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Decía el matador alicantino José María Manzanares (1953-2014) que para ser torero primero hay que parecerlo. Sabias palabras que lamentablemente no aplican en José Gerardo Rodolfo Fernández Noroña, quien gracias a los caprichos obradoristas fue ungido, hace 194 días para ser exactos, como el presidente de la Mesa Directiva del Senado, un puesto que no sólo le ha quedado grande (¡enorme!), sino que también le ha servido para mostrarse en su real dimensión como un individuo de muy poca estatura política, moral y humana.

Quienes conocemos a este personaje desde sus estertores en la cotidianeidad política mexicana, los cuales se remontan a fines de los ochenta, cuando se lanzó como candidato externo a una diputación federal por el extinto Partido Mexicano Socialista (PMS), sabemos de sus desplantes y arrogancias, los cuales hoy, gracias a una imposición del expresidente López Obrador, han escalado a niveles ignominiosos en razón de que desde su posición como presidente de la Cámara Alta se ha encargado de ensuciar el quehacer legislativo a niveles inimaginables.

Este miércoles el dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el también senador Alejandro Moreno Cárdenas, se refirió al “presidente” del Senado de forma muy severa (incluso ordinaria, por decirle de algún modo) después de que el hoy flamante morenista señalara que Alito “es un payaso que debería estar en el manicomio”: “Noroña es un patán, es un barbaján o, como lo decimos nosotros los mexicanos, es un gran pendejo. No tiene ni conocimiento, es una aberración, es un ridículo para el Senado de la República. Y lo digo en ese lenguaje duro, soez, claro y contundente porque así nos entendemos. El pueblo de México sabe lo que queremos decir. Tristemente es una vergüenza lo que representa para el Senado de la República”.

La declaración del campechano provocó que muchos morenistas y aliados se levantaran en pie de guerra para defender a su camarada injuriado, argumentando que los insultos del mandamás del tricolor son un exceso. Sin embargo, desde mi humilde óptica, no encuentro un solo insulto en los dichos de Alito. Creo que simplemente hizo una descripción. Asertiva y atingente.

Gerardo es un chivo en cristalería. Es un hombre obnubilado por el poder que le fue conferido. Está a un millón de años luz de ser un verdadero político de nivel. Sus hechuras y su estatura quedan al descubierto todos los días que se presenta a las sesiones del Senado. No tiene capacidad de liderazgo y tampoco de negociación. No sabe bordar acuerdos con la oposición y su corta inteligencia emocional política no le permiten gestionar un diálogo de nivel con sus interlocutores. Lo suyo son los insultos, la misoginia, los exabruptos y la sorna.

Y quienes duden de lo anterior, échenle un vistazo a sus comentarios de ayer sobre Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN):

“La presidenta Norma Piña es muy voraz, no podemos permitir que se siga despachando con la cuchara grande. Si tuviera un poquito de decencia ya habría renunciado al cargo. Ya se habría ido. No se esperaría al último día de agosto”.

¿No se mordió la lengua?

 

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