Claudia Sheinbaum, en agosto del año pasado, en ese entonces presidenta electa, anunció la creación de tres nuevas secretarías, entre ellas la Secretaría de la Mujer, la cual estaría encabezada por quien fuera la secretaria general del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Citlalli Hernández Mora. A medio año de distancia, hay que señalar que dicha dependencia, cuyo objetivo es implementar políticas públicas en pro de los derechos de las mexicanas y de erradicación de la violencia de género, prácticamente no existe.
Es una secretaría invisible.
De acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), la Secretaría de las Mujeres (Semujeres) nacería con un presupuesto de 2 mil 546 millones de pesos, lo que representa un incremento de 6 por ciento en comparación a lo que se le asignó para el año pasado al hoy desaparecido Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
Como parte de sus 100 compromisos de Gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum incluyó varios ejes para las mujeres, como son el acompañamiento prenatal a embarazadas, impulsar la llamada Ley Olimpia, la ley contra la violencia vicaria y la creación de fiscalías especializadas en todo el país, entre otras.
México tiene una deuda histórica con sus mujeres (somos poco más 64.5 millones). Urge definir y trazar agendas que atiendan cuestiones referentes a sus derechos humanos como el feminicidio, las desapariciones forzosas, la brecha salarial, la violencia política en cuestión de género, pero también hace falta garantizar y agregar progresividad a derechos sexuales y reproductivos.
Pero, en lugar de atender estos temas, la flamante titular de la Semujeres ha preferido politizar su narrativa involucrándose en temas en los que debería permanecer neutral.
A finales del mes pasado, Hernández Mora señaló al diario español El País que desde la Semujeres buscaría provocar un cambio cultural que normalice la igualdad. Una declaración muy sensata e inteligente que contrasta cuando asegura que “el Poder Judicial es el que tiene más resquicios machistas y patriarcales”. ¿Cuál es el contexto del que dispone para respaldar dicha aseveración? ¿Tiene números y cifras, realizó un estudio o cuál es su fundamento?, porque estas palabras suenan más a las de una militante morenista que a las de una secretaria de Estado.
Ojalá que pronto entre en razón y entienda que su prioridad deben ser las madres buscadoras, las migrantes, las encarceladas injustamente, los familiares de las víctimas de feminicidio, las periodistas, las desplazadas, las víctimas de trata, de violencia política por cuestión de género, las trabajadoras domésticas… porque quiero creer que debe trabajar por y para ellas y no para un partido político. Porque si opta por lo segundo, entonces terminará siendo un clon de Rosario Piedra Ibarra, la “presidenta” de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
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