Por Eduardo López Betancourt
El cliente tiene las de perder
En México se publicitan infinidad de compañías de seguros, las cuales tienen diferentes características o, dicho de otra forma, ofrecen diversos productos, tales como el seguro de vida, con el cual, al fallecer una persona, al beneficiario se le entrega la cantidad previamente acordada; así mismo, se encuentran los seguros de gastos médicos, de Propiedad y Daños Patrimoniales, de Responsabilidad Civil, para casa o departamento, de robo de auto y pérdida total o parcial, entre otros.
Los contratantes, se supone, deben tener la tranquilidad de que, al sufrir algún suceso inesperado, recibirán una indemnización o un pago de prima. Sin embargo, las compañías aseguradoras son “mañosas”, hacen hasta lo imposible por vender los seguros, y prometen grandes ventajas y beneficios, pero a la hora de suscitarse un accidente o siniestro, son verdaderamente perversas.
En los contratos siempre aparecerá la famosa “letra chiquita”, que no se alcanza a leer y usted firma porque es un contrato de adhesión y no tiene posibilidades de discutirlo. Esto se observa, por ejemplo, en los automóviles, un caso dramático donde por desgracia siempre el asegurado pierde.
Cuando se tiene un accidente, llega el famoso ajustador y envía su automóvil a un taller “de tercera”, para que después de mucho tiempo lo reparen. Nótese, las aseguradoras contratan lugares baratos, en los cuales, los trabajadores son malhechos, demoran la fecha de entrega y cuando esta llega, el auto aún tiene estropicios que en ocasiones le hicieron en el propio taller; ello provoca que el cliente pierda su oportunidad de contar con un vehículo de forma inmediata.
Lamentablemente en nuestro México, por la corrupción, las compañías de seguros gozan de una infinidad de privilegios, en perjuicio del cliente; por razones obvias, si acude a otras instancias jurídicas, tardarán años para darle solución a su problema y este generalmente se resuelve a favor de las compañías de seguros perversas.
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