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Luego de recibir el Premio Alfaguara de Novela 2025 por el libro Arderá el viento, estando él en Bueno Aires, Argentina y el jurado en el Círculo de Bellas Artes en Madrid, España, Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948) atendió a la prensa nacional e internacional a través de una videollamada.

El autor de Cámara Gesell fue cuestionado, en primer lugar, por esa relación estrecha con David Lynch, que trajo a cuento el presidente del jurado, Juan Gabriel Vásquez, otrora Premio Alfaguara 2011, desde que se emitió el fallo, y también el mismo autor bonaerense. De entrada, confesó, ese lazo que podría unirle a él y a Lynch es la profunda admiración que sintió y siente por el cineasta recién fallecido, aunque también el tratamiento de “la ironía y la compasión” a través del trabajo del estadounidense, que, apuntó, siempre buscó “comprender a través de la compasión”, y ello lo hacía, por demás, muy humano.

Saccomano ante la prensa

A propósito de una de las preguntas de los medios internacionales, aseguró que el devenir fascista de algunas personas, ese pulso fascistizante, también se encuentra en lugares pequeños, “en pueblos recónditos”, y no sólo en las grandes urbes. Es decir, de algún modo, estableció la (no) relación de Villa Gesell, donde reside la mayor parte del tiempo, y Buenos Aires, esa ciudad que cada vez tolera menos.

Admitió que no es “de esos escritores ordenados”, sino que va escribiendo de a poco, página por página, deseando que sea la página en blanco la que le tema a él y no viceversa. Sin embargo, reconoció que “la corrección fue (algo) que le llevó mucho tiempo”, sobre todo porque, cuando estuvo corrigiendo la novela, estuvo internado un par de ocasiones, sufrió por las secuelas del COVID-19 y también se mudó a otro lugar, pues la cabaña donde vivía en Gesell tuvo que desocuparse. De manera subrepticia, o quizá no tanto, pensó en aquella máxima que le remite a Watanabe y a Deleuze, que “uno escribe en los momentos de salud y no en los momentos de enfermedad”.

A pregunta expresa de 24 HORAS, en relación a la agudeza de los sentidos estando en un lugar calmo y alejado del trajín social de la urbe, respondió que “los sentidos yo los tengo agudizados desde muy chico”. Acaso porque desde siempre tuvo acceso irrestricto a la biblioteca de sus padres, pero más, o quizá más notorio, porque eligió su hogar “en un momento clave de su vida, donde se le vino encima un hartazgo generalizado”.

Guillermo Saccomano, entre el premio y el libro

Al ser cuestionado sobre qué haría con el dinero del premio (un monto generoso de 175 mil dólares), expuso que “la relación de la literatura con el dinero está probada” desde hace mucho tiempo, que quien escribe (el o la escritora), no sólo vende su obra, sino también su tinta, que es a su vez su sangre. Y concluyó diciendo que “seguirá gastando su plata en libros”, incluida la de este laurel.

Reflexivo, pero firme, aseguró que “la literatura no cura a nadie”, pero “a veces sana y alivia”, tiene esa cualidad de paliativo. Y apuntó que eso es lo que siempre ha buscado con su literatura, aunque esta no se haga “a partir de buenas intenciones”. “Pese a la violencia”, refirió, “seguimos escribiendo”.

Finalmente, retomando el hilo de lo que había respondido preguntas atrás (“provengo de géneros sospechosos”, aseveró), dijo que no cree en los géneros literarios, principalmente porque “no sé muy bien qué quieren decir los géneros”. Calmo, parece creer en los cruces, en la cada vez más inexorable porosidad.

Respecto a su libro, entre otras cosas, sólo confesó: “como muchas de las cosas que he escrito, aun las que puedan tener un toque fantástico, vienen de la realidad. La realidad no se escribe, viene de todo aquello que ya existe”.

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