Esta semana, la OTAN anunció la misión “Baltic Sentry” en una cumbre de los miembros del bloque con acceso al mar Báltico: Finlandia, Estonia, Dinamarca, Alemania, Letonia, Lituania, Polonia y Suecia. Esta misión desplegará fragatas, aviones de patrulla marítima y drones navales para mejorar la vigilancia y disuadir nuevos incidentes.
La respuesta de la OTAN se produce tras el corte de cables eléctricos submarinos como Estlink-2 y otras líneas de telecomunicaciones el día de Navidad. Las autoridades finlandesas sospechan que el petrolero Eagle S, vinculado a Rusia, arrastró su ancla por el lecho marino, lo que provocó los daños. Ocho tripulantes permanecen en Finlandia bajo investigación y el barco ha sido declarado no apto para navegar.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, calificó estos ataques como parte de una campaña más amplia para desestabilizar a Occidente a través de ciberataques, sabotajes y manipulación energética. Según Rutte, proteger la infraestructura submarina es vital: más del 95 por ciento del tráfico de Internet, así como transacciones financieras diarias valoradas en 10 trillones de dólares, dependen de cables submarinos.
Un objetivo de esta misión es enfrentar la llamada “flota en la sombra”, una red de petroleros obsoletos vinculados a Rusia, acusados de evadir sanciones y de participar en actos de sabotaje. Estas embarcaciones representan riesgos tanto ambientales como de seguridad.
Desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, el Báltico se ha convertido en una región estratégica y conflictiva. Incidentes como la explosión de los oleoductos Nord Stream y los daños recurrentes a cables eléctricos han exacerbado las tensiones. Aunque no se ha probado un vínculo directo con Moscú, los líderes bálticos consideran estas acciones como señales preocupantes.
El presidente finlandés, Alexander Stubb, y el primer ministro estonio, Kristen Michal, coanfitriones de la cumbre, enfatizaron la necesidad de una acción internacional coordinada. “Es fundamental usar al máximo las herramientas legales internacionales para intervenir en casos sospechosos”, subrayó Stubb.
Sin embargo, la misión enfrenta retos significativos. Con más de 2 mil barcos transitando el Báltico diariamente, garantizar una vigilancia total es cercano a imposible. Aun así, el presidente letón, Edgars Rinkēvičs, expresó optimismo: “Si enviamos un mensaje firme, estos incidentes disminuirán o incluso se detendrán”.