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Circula en redes el testimonio de un compatriota que aterrizó en Cancún y para llegar a su hotel, un trayecto –cuenta– de ocho o nueve minutos, pretendían ensartarlo con mil 800 pesos. Las redes conviene tomarlas con precaución, pero el testimonio de nuestro compatriota es más que verosímil. Hemos visto una y mil veces a los taxistas de ese aeropuerto en el acto de golpear a conductores de Uber e incluso, más allá del aeropuerto, en el intento de bajar a los pasajeros de lo mismo, un Uber, con el pretexto de que los taxis por aplicación son ilegales, cosa por otra parte falsa.

Claro que para cualquiera que haya viajado a esa ciudad es de sobra conocido el modo en que funcionan los conductores de taxi, que, efectivamente, gozan de una impunidad que va mucho, pero mucho más allá de sus derechos como trabajadores.

Alguna vez, hace ya unos cuantos años, tuve un vuelo pesadillesco a Madrid, con escala en Cancún, por alguna cosa de chamba. Para la conexión, había que cambiar de terminal, maletas en mano, por esas bendiciones de los vuelos de bajo costo. Bueno, los taxis cobraban 700 pesos por persona para moverte de un lado al otro, cosa de tres minutos, y retacaban los coches con cinco pasajeros y el equipaje.

En realidad, los mexicanos, en general, estamos sometidos a los taxistas, que suelen dar un pésimo servicio, a un costo altísimo, en muchos escenarios, particularmente en los aeropuertos. Traten, por ejemplo, de tomar un taxi en el de Monterrey o en el de Guadalajara, donde están prohibidos los servicios de aplicación. O, claro, en el Benito Juárez, donde en un momento complicado puedes, o recetarte dos horas de espera o salirte a la calle, nuevamente, con las maletas a rastras, a buscar otro modo de trasladarte.

En nombre del bienestar de los taxistas, pero en realidad en razón de sus prejuicios ideológicos y, sobre todo, de sus alianzas gangsteriles, el funcionariado ha decidido jodernos a todos los demás: los pasajeros que tenemos que soportar colas eternas y pagar precios absurdos, los conductores de Uber y anexas que, conviene recordarlo, son trabajadores que pagan impuestos, y en general a la imagen del país, que recibe a los turistas foráneos con un baño de subdesarrollo y gandallismo impune que no tiene justificación.

A propósito, puede ser sano asomarse a otros países donde también se ha optado por vetar a los conductores por aplicación de los aeropuertos. La propia España, digamos. Está mal, pero al menos recibes un trato decente a cambio de un pago razonable.

 

     @juliopatan09

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