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José Luis Pescador (Ciudad de México, 1979), es, en toda la expresión de la palabra, un artista del cómic y lo visual. En 2019, de la mano de la editorial Grijalbo, publicó el libro 1 de La caída de Tenochtitlán, una suerte de registro de “la historia de la conquista de México Tenochtitlán como jamás se había contado”. Para 2022 vino el libro 2, al año siguiente el libro 3 y, más recientemente, en octubre de, se publicó el libro 4.

Es este último ―en el que se narra, en conjunción visual y iconográfica, la masacre de Cholula, el devenir tras el sádico encuentro que concluye en el encuentro entre Motecuhzoma Zocoyotzi y Hernán Cortés― la razón de la conversación que el también aficionado de la arqueología concedió a este medio.

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―Quisiera comenzar preguntándote cómo ha sido trabajar en este proyecto tan grande, pandemia por medio, y que imagino que no va terminar aquí ―pregunto―.

―Es verdad: no va a terminar aquí ―responde el autor a través de una llamada telefónica―. La idea es que salga en seis libros, es la decisión editorial, y con eso contamos toda el arte de la caída de Tenochtitlán. Es un tema complejo, aborda un poco la estrategia militar de los bandos y también las traiciones y los enigmas, entonces… también cuenta la historia de Tenochtitlán desde si fundación. Y vamos siguiendo de la mano a varios personajes históricos y otros ficcionados, como Atoctli, que es nuestro protagonista, un muchacho que es un tlacuilo y al mismo tiempo tlachiquero (los que sacan pulque), y bueno, vemos todo el acontecimiento. En este número cuatro, el libro habla sobre la matanza de Cholula, que es un acontecimiento crucial en esta historia y se tomó su tiempo para narrarla en toda su crudeza.

―Hablas acerca de la complejidad, y a propósito de ello quería plantearte lo siguiente. Me parece que es compleja la historia por sí sola y es complejo seguir innovando para contar esa historia que nos han contado muchas veces y de muchas formas. A propósito de ello, ¿cómo innovar en las formas para que nos sigamos interesando en estas historias? ­―planteo―.

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Yo creo que la novela gráfica tiene un lugar muy preponderante en la cultura actual ―asevera el dibujante―, acostumbrada un poco al consumo rápido, pero el cómic se consume o se lee al ritmo que cada lector le quiera dar. Entonces, creo que no se te hace una historia tan compleja… Vamos, es una historia que se puede ver desde muchos ángulos y que nunca se va terminar del todo, entonces siempre presenta aspectos interesantes, es una de las grandes épicas de la humanidad y creo que no nos vamos a cansar de contarnos una y otra vez la misma historia, aunque sea desde diferentes ángulos. Aparte, a los mexicanos nos encanta la historia, sepamos o no sepamos, nos apasiona el tema y opinamos y participamos.

―La novela gráfica como género. No siempre es tan bien recibida o no se toma tan en serio. ¿Cómo equilibrarlo, con la seriedad que obliga la historia, y que además no se tome por ese lado no serio? ―cuestiono―.

―En México se tiene la idea de que el cómic es para niños ―espeta el autor―, o se tenía esa idea. Creo que productos como la novela gráfica, esta y otras, van equilibrando esa percepción. Creo que uno de los logros de esto es que interesa a públicos que les gusta la historia y a públicos que les interesa la arqueología y que jamás han abierto un cómic, entonces, eso nos puede ir cambiando la percepción poco a poco. De hecho, ―confiesa―, las librerías no los colocan junto a los cómics, no se sabe dónde colocarlos: siempre está entre las novelas, entre los libros de investigación, o entre los de niños, porque no se sabe dónde colocarla, entonces so me parece muy bueno porque genera nuevos lectores. Y sí, el cómic tiene un potencial de cualquier tipo de historias, tremendo.

― Hablabas sobre lo mucho que a los mexicanos nos importa o nos llama saber ese tipo de temas, llámese Conquista o la Historia en general, pero, ¿cuál crees tú que es la importancia de seguir contando esto? ­―pregunto―.

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―Que siempre le podemos ver un ángulo distinto a cada acontecimiento, y también una interpretación distinta a los hechos ―refiere el autor―. En el siglo XIX se vio como un aspecto romántico la caída de Tenochtitlán, pues ahora la podemos ver como el inicio de la globalización, del racismo y del orden económico actual. Entonces, siempre hay muchos ángulos y los podemos contar, eso es muy interesante: contarnos una y otra vez las historias, ¡y debatirlas, también! Aparte (de) que siempre son apasionantes y, curiosamente, aunque hayan pasado 500 años, pues la gente toma partido de una u otra manera. No ocurre lo mismo con la Guerra de Independencia o la Intervención Francesa, pero este de acá porque es un acontecimiento fundacional. Sin embargo, el cómic no se mete en esas discusiones, del todo, sino que pretende contar una historia vista a nivel de cancha, con los sentimientos de los personajes que están ahí, tratar de que sean lo más humanos posibles y que veamos de cerca el drama que significó este encuentro violento de dos mundos y dos formas de ver la vida.

―De ahí que le llamemos novela, ¿no?

―¡Sí! ―asevera―. Y es una novela gráfica porque cada personaje se explora de una novela más profunda, con todos sus elementos. De repente hay tantos personajes, porque además es muy brutal todo, que podrían perderse ahí en el estímulo. Y luego, además, el dibujo es bastante barroco, y bueno, eso también lo vuelve complejo. Ahí creo que está muy claro que no es para lectores flojos, sino una invitación a que los lectores puedan echarle un ojo a los dibujos, verlos despacio y leerlos también de otra manera.

―Vivimos en una época de lo inmediato, de lo rápido, y muchas veces no nos detenemos a observar con detalle, miramos con flojera. Y tú apuntas que esta novela no está hecha para lectores flojos. ¿Qué reflexión te merece o cómo lidiar con la idea que tú tienes de tus dibujos, frente al mundo de allá afuera que muchas veces ya no le gusta reflexionar?

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Puede ser un antídoto frente a la rapidez ―responde a modo de reflexión―. El hecho de obligarlos a detenerse en cada fotograma, es un antídoto para la rapidez de búsqueda. Por eso digo que cada lector puede tener su propio ritmo. Si bien se puede leer muy rápido o la gente lo puede consumir rápidamente, pero se va a perder todo lo demás. Es como obligarlos a mirar, un poco.

― Finalmente, ¿quién o quiénes te han inspirado en tu trabajo? No sólo en esta serie, sino en toda tu trayectoria.

―Justamente… Francisco Haghenbeck, un escritor que ya no está con nosotros, pero él me animó mucho a terminarla, a avanzarla, porque este proyecto estuvo encapsulado como otros tantos proyectos durante casi veinte años, y me animó. Otro artista, arqueólogo y arquitecto muy importante fue Iker Larrauri, que también en el inicio me dio puntos de vista más interesantes que me pusieron en buen camino. Y todos los artistas, amigos y colegas que andan trabajando siempre, también es muy inspirador su trabajo. Creo que vivimos un momento muy interesante para la novela gráfica, porque cada quien hace básicamente lo que le da su gana y toca los temas que quiere y no les importa imprimirlo y llevarlo y venderlo por sí mismos. Entonces eso también me motiva mucho, ese momento muy creativo que estamos viviendo en México, de autoedición ―concluye el dibujante mexicano―.

DG

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