Los propósitos de Año Nuevo son agridulces. Surgen de la ilusión, pero perecen ante la realidad. Por lo menos la mayoría de ellos. Si por algo son conocidos porque, para marzo, la mayoría de las personas ya se resignó a no cumplirlos.
Comer sano, ahorrar, hacer ejercicio, dejar malos hábitos… Curiosamente casi siempre son los mismos propósitos. Algunas revistas de principios del siglo XX hablaban, por ejemplo, de los mismos propósitos que hoy hacemos. Todas estas metas, al final, se centran en mejorar. Dejamos atrás lo malo y buscamos quedarnos con lo bueno. Por eso qué mejor momento para establecer dichos propósitos que en un punto de renovación como lo es Año Nuevo.
Se cree que el origen de esta práctica la encontramos en la antigua Mesopotamia. Algunas culturas celebraban algo parecido a un año nuevo, aunque en tiempos de la primavera. Era un momento en el que, entre otras cosas, la gente les agradecía a los dioses por las cosechas. Esos agradecimientos eran vitales pues, de no hacerlos, la ira divina provocaría que las próximas cosechas escasearan.
Según una leyenda, en el contexto de los agradecimientos a los dioses, un rey babilónico prometió ante todos ser un mejor gobernante. Todos quedaron asombrados pues lo que acababa de hacer. Se trataba de una declaración pública, así que no podía faltar a su palabra. Dudo mucho que algún día vuelva ese asombro ante las promesas de los que gobiernan. Como sea, la declaración del rey contagió a los demás y todos hicieron promesas que marcaron el inicio de ese ciclo.
Muchos siglos después, cuando los europeos llegaron a América, los puritanos comenzaron una tradición que consistía en celebrar “sermones sabáticos” el primer domingo del año. Durante ese espacio, los fieles advertían el paso del tiempo y se solían comprometer a ser mejores hijos de Dios. Rápidamente esta práctica se hizo tradición e incluso llegaron a salir guías con propósitos recomendados como dejar de tomar, ya no ser chismoso o no sencillamente no pecar.
Con los años, la secularización de las sociedades dejó atrás el carácter religioso de los propósitos. El Año Nuevo atrajo esta costumbre por una sencilla razón: en un momento de cierre y comienzo, es parte del ser humano querer volver a comenzar de la mejor forma.
¿Ustedes ya tienen sus propósitos para esta noche?
¡Feliz 2025!
Sapere aude!