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La bancarización de la población en México ha ido creciendo de manera constante, pero la educación financiera no ha tenido la misma suerte.

Los programas sociales y el sistema de dispersión que implica que los beneficiarios tengan cuentas bancarias, ha hecho que cada vez más personas tengan acceso a esos servicios, pero no siempre cuenten con capacitación para manejarlos.

La Condusef define la educación financiera como el conjunto de “habilidades y conocimientos que la población debe adquirir para estar en posibilidad de efectuar un correcto manejo y planeación de sus finanzas personales”.

Es decir, la que ayuda a mantener tus finanzas sanas y evita que el impulso de contraer créditos le gane a tu capacidad de pago. Que sientas que solo es cosa de imprimirte más billetes, pues. Es una habilidad que debería venir a la par del incremento de los servicios de la banca en México, pero que no siempre crece en esa proporción.

En México es en parte una obligación de los bancos dar ese servicio y otra más la hace el gobierno, pero depende mucho de la disposición de la población para atender cursos y capacitaciones.

Por ejemplo, según una encuesta del INEGI, un sector de la población indígena tiene una cuenta bancaria, pero solo el 6 por ciento de ellos conoce otros productos como las tarjetas de crédito o las cuentas de ahorro.

Es evidente que hay una plan a seguir mucho más claro y elaborado para proponer productos nuevos, mejorar servicios y tener campañas para acercar a jóvenes y personas de la tercera edad en servicios bancarios. Pero el plan para educar a todos en cómo usar los productos no es tan claro.

Por ejemplo, el crecimiento de la población que recibe programas sociales y tiene una cuenta bancaria se incrementó hasta un 82 por ciento.

Esto se debe a que se dejaron de realizar las dispersiones en efectivo en los programas como la Cruzada contra el Hambre y se migró a esa población a los servicios del banco del Bienestar.

Bancarizar a la población mejora la calidad de algunos de los servicios, pero también puede ser un riesgo de que contraigan servicios que no comprenden y no ejercen completamente o peor, que adquieran créditos que terminen por comprometer su economía.

Según las mismas cifras de la Condusef, 71.5 por ciento de la población tiene un estrés financiero alto o moderado, es decir que le preocupan sus finanzas y siente que está demasiado comprometido económicamente.

De ese total, el 34 por ciento de los encuestados tiene malestares físicos como dolores de cabeza, gastrointestinales o presión elevada y el 30 por ciento tiene problemas psicológicos cómo perder el sueño o problemas de alimentación.

Y aquí la duda genuina: si el objetivo en general es bancarizar al mayor número de población, ¿no deberíamos educar a todos para gastar responsablemente?.

La calificación de un país en materia financiera depende del número de personas que pueden tener una cuenta bancaria, pero el precio de tenerla no debería ser la salud de tantos.

 

       @Micmoya

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