A pesar de que la creación de la Guardia Nacional dejó muy en claro en sus transitorios que buena parte de la responsabilidad de la estrategia de seguridad desde 2018 descansaba en las tareas que le correspondían a gobernadores y presidentes municipales, es la hora en que las autoridades locales se han desentendido de su corresponsabilidad en el tema prioritario de la inseguridad.
El regaño en modo de exhortación de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en la cumbre de seguridad en Acapulco no tuvo una fase de preparación política: rumbo a la reunión, el gobernador sinaloense Rubén Rocha Moya declaraba con satisfacción que el secretario federal de Seguridad y Protección Ciudadana había tenido buenos resultados en los pocos días en que había dirigido la Secretaría estatal de Seguridad y en Palacio Nacional se hicieron bolas para aclarar si Omar García Harfuch sólo iba a supervisar en esa plaza o se instalaría físicamente un tiempo en ese estado, mientras la crisis de seguridad seguía estallando en las 31 entidades federativas restantes.
Y después del señalamiento de la presidenta Sheinbaum de que los gobernadores tenían que responsabilizarse de su seguridad, ninguno de ellos hizo caso y prácticamente todos siguieron descansando la atención local de la inseguridad en secretarios estatales prestados por Defensa y Marina, en la Guardia Nacional apoyada por el Ejército y el traslado de la agenda de seguridad a la Secretaría federal del ramo.
Las dos reformas a la Guardia Nacional dejaron muy claro el compromiso inocultable de gobernadores y alcaldes para presentar a la autoridad federal un panorama de la situación de seguridad en sus estados y municipios y sobre todo el planteamiento de programas de capacitación para evitar que la seguridad local siguiera estando en manos de fuerzas federales. Una cosa eran los cuarteles de la Guardia y otra cosa el desorden en oficinas locales de seguridad.
El secretario federal de Seguridad disminuirá su eficacia nacional si sigue atendiendo casos estatales como en Sinaloa.
Zona Zero
La embajada de Estados Unidos en México nunca había tenido un jefe diplomático con una carrera operativa en las áreas de Fuerzas Armadas, inteligencia y seguridad nacional. La prensa mexicana ya dibujó a Ron Douglas Johnson con un perfil que le quitará imagen diplomática: su traje de faena como fuerzas especiales militares, su boina verde como John Wayne y su credencial de la CIA. Nadie lo tomará en serio como diplomático.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh