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Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

A veces los días que celebramos nos recuerdan la importancia de ciertos elementos que, aunque parecieran banales, han sido fundamentales para que hoy tengamos la vida que tenemos. Tal es el caso de inodoros o retretes.

Hoy, 19 de noviembre, se celebra el Día Mundial del Saneamiento o Retrete. Esto se hace desde 2013 como parte de una campaña para que toda la población tenga acceso a estos instrumentos de higiene. ¿Sabían que más de 1500 millones de personas no cuentan con servicios básicos de saneamiento como retrete o letrinas privados? De ellas, además, 419 millones aún deben defecar al aire libre, en alcantarillas, calles, masas abiertas de agua…

El inodoro es un invento reciente. Fue en 1884 cuando un hojalatero inglés llamado Thomas Crapper ideó la forma correcta en la que una letrina se podía conectar a una toma de agua. Crapper inventó el sifón, una tubería con forma de “S” con la que los desechos se podían ir al desagüe sin dejar un rastro de olor. De ahí el nombre del “inodoro”: sin olor.

¿Cómo era la vida antes? ¿Se imaginan las ciudades repletas de excremento? Los romanos del siglo I intentaron combatir estos problemas con las columnas mingitorias. Éstas se constituían por orificios en paredes o muros. De esta forma, crearon un sistema de letrinas públicas con agua corriente que se llevaba de inmediato los deshechos hacia cloacas subterráneas. Con la caída del Imperio, este sistema cayó en desuso.

Un dato interesante es que los romanos también tenían su propia versión del papel higiénico. El “tersorium” era una esponja unida a un palo, el cual los romanos utilizaban para limpiarse luego de hacer sus necesidades. Al final no era muy higiénico pues lo compartían. Se cuenta que cuando los soldados de la guardia pretoriana asesinó al emperador Heliogábalo, introduciéndole su tesorium por la garganta.

Luego, durante los siguientes siglos, se hicieron famosos los orinales, que se vaciaban tirando los residuos a la calle. De ahí la famosa expresión “¡Aguas!” cuando tiraban los orines. No sólo era un acto asqueroso, sino que también ayudó a propagar enfermedades como el tifus.

Por eso, deberíamos sentirnos felices de contar, más que con un inodoro, con la higiene del siglo XXI.

Sapere aude!

@hzagal

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