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Como parte de la negociación entre la hoy presidenta electa Claudia Sheinbaum y el resto de las corcholatas que participaron en las muy dudosas encuestas de Morena para elegir a su candidato presidencial, Ricardo Monreal negoció una diputación para él y la coordinación de la fracción guinda en San Lázaro.

 

Y la candidatura de su hija, Catalina Monreal, para la alcaldía de Cuauhtémoc.

 

Monreal, cuentan, les aseguró que podía garantizar la recuperación de la alcaldía que gobernó (es un decir) Sandra Cuevas bajo la bandera de la oposición.

 

Cuevas fue, en parte, creación del zacatecano, a quien los morenistas acusaron de haberla apoyado en contra de los candidatos oficiales; que los traicionó pues.

 

Esa teoría se mantuvo hasta la selección de los candidatos del reciente proceso electoral.

 

Caty Monreal se lanzó a la aventura, pero siempre tuvo en contra no solo a la oposición fortalecida en la demarcación, sino a los morenistas que se cobraron las afrentas políticas que dicen cometió su papá.

 

Monreal perdió la elección; intentó ganarla en los tribunales o por lo menos lograr su anulación para repetirla con la esperanza de triunfar.

 

El último recurso en su mano fue recurrir a la queja por “violencia política en razón de género’’, que sospechosamente avaló el Tribunal Electoral de la CDMX cuando no había elementos para ello.

 

Ayer, sin embargo, se acabó el culebrón.

 

La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) desechó el fallo de su contraparte capitalino y ratificó el triunfo de la opositora Alessandra Rojo de la Vega.

 

Esta demarcación tiene vital importancia para las finanzas de la capital, pues concentra las sedes de los poderes locales y federales, además de tener el corredor financiero e inmobiliario más importante de la ciudad.

 

La pérdida para Morena es cuantiosa no solo en lo político, sino en lo económico.

 

Por ello, ayer se corrieron las versiones del enojo de los mandos morenistas en contra del diputado zacatecano, quien con todo y su experiencia, fue incapaz de cumplir su palabra de “rescatar’’ para Morena la alcaldía Cuauhtémoc.

 

Si esta derrota tendrá o no consecuencias políticas para Monera en el futuro es una incógnita.

 

Lo que se espera, eso sí con certeza, es que el político zacatecano radicalice las posiciones de su bancada para congraciarse con la presidenta Sheinbaum, con quien se sabe, no tiene la mejor de las relaciones.

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En los Congresos locales dominados por Morena, corre la prisa por aprobar la reforma constitucional que traslada el control de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.

 

Es que quieren, como ocurrió con la reforma al Poder Judicial, que sea el propio López Obrador el que la promulgue antes de dejar la Presidencia, el martes próximo.

 

Será como el último tributo que le rindan sus fieles.

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Por cierto, López Obrador aclaró que no se irá a su rancho, La Chingada (así se llama, pero no sabemos por qué), después de entregar la banda presidencial.

 

Dijo que se quedará aquí para “aclimatarse’’ y luego ya se irá.

 

Ajá.

 

Igual que cuando dijo que lo “dieran por muerto’’ para competir por la Presidencia en el 2006.

 

¡Qué duro será para Sheinbaum tener a López Obrador como fiscalizador de sus decisiones!

 

Porque el tabasqueño no se quedará sentado leyendo o viendo series; será ese familiar incómodo que nomás no se quiere ir de la casa a la que llegó “por unos días’’.

 

     @adriantrejo

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