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El jueves 27 de junio, 50 millones de estadounidenses fueron testigos del pésimo desempeño de Joe Biden durante el primero de dos debates presidenciales frente a su contrincante Donald Trump.

Su tartamudeo, desorientación y claro descontrol de sus palabras fue tendencia en las redes sociales durante varios días y el alcance de esas pifias del demócrata evidentemente que fue superior a la audiencia inicial del encuentro.

El impacto del debate en las preferencias electorales claramente benefició a Donald Trump, una encuesta de FiveThirtyEieght marcaba un repunte ligero para el republicano de 0.4 puntos y una baja para el demócrata de 1.5 puntos.

Un deterioro en las preferencias que desató la discusión de un eventual relevo de Biden en la candidatura presidencial demócrata.

Pero entonces llegó el 13 de julio, el mitin de Butler, Pensilvania y el milimétrico giro de la cabeza de Donald Trump que le salvó la vida. Un hecho así debería, al menos, hacer pensar al sobreviviente sobre su propia existencia.

Más allá de la reflexión personal que pudiera tener, o no, Donald John Trump, lo cierto es que la serie de eventos sucedidos en segundos, disparo-giro-supervivencia-puño en alto-fotografía, lo han proyectado a un escenario de invencibilidad.

Trump aceptará hoy la nominación como candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos en un ambiente que se ha generalizado en la discusión política estadounidense de la inevitabilidad del regreso de este personaje a La Casa Blanca.

Por ahora, se ha vuelto intrascendente la discusión de un eventual reemplazo de Joe Biden como candidato demócrata, porque estamos en ese momento, que ni el más agudo de los guionistas o estrategas políticos pudieron haber planeado mejor, de pasar de un atentado al candidato a su nominación oficial en menos de tres días.

Hoy es un día importante dentro de esta vorágine de eventos político-electorales en Estados Unidos. Y lo es, porque hoy Donald Trump debe pronunciar su discurso de aceptación y su primera alocución tras haber escapado a la muerte.

No puede desperdiciar el momento para imprimir un cambio, uno artificial si es que

su humanidad no le permitió reflexionar sobre el milagro de estar vivo, un giro en

la belicosidad de sus palabras.

Ahora, desde este lado de la frontera no podemos esperar a un nuevo Trump que

hable de la hermandad de los pueblos del mundo, quizá estemos en la antesala de

todo lo contrario.

Es posible que busque reforzar la unidad interna, superar su divisionismo entre

demócratas y republicanos, pero como todo populista tiene en su manual la necesidad de un enemigo externo, es muy probable que Trump y radicales que le rodean, refuercen el discurso antiinmigrante.

Ahora, el sentimiento de inevitabilidad que hoy priva entre los estadounidenses no necesariamente tiene que resistir los 110 días que faltan para las elecciones en aquel país.

Si los demócratas se inspiran y hacen los cambios necesarios podrían regresar a Trump a su lugar de ser una opción rupturista y radical.

Por eso es importante el discurso de hoy de Donald Trump, si logra mostrarse como un hombre nuevo tras el atentado y se gira hacia el centro, podría consolidar esos apoyos necesarios para mantener la ventaja de hoy. Pero bueno, como sea,

sigue siendo Donald Trump.

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