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Nacida un 21 de febrero de 1928, en el centro del desierto del Gran Tunal, en Pinos, Zacatecas, con el nombre de María Amparo Dávila Robledo, la en ese entonces niña enfermiza y de hecho única sobreviviente de entre todos sus hermanos nacidos, más tarde reconocida en el panorama literario nacional y latinoamericano únicamente como Amparo Dávila, estaría cumpliendo 96 años.

La escritora zacatecana fue una persona longeva pese al complicado desarrollo temprano debido a sus problemas de salud, pero quizá fue esto último y esa infancia obstruida por padecimiento que devino lectora a temprana edad, pues se vio sentenciada –por sumar dramatismo– a una reclusión obligatoria por sus padecimientos. Fue ahí que halló su refugio: la biblioteca de su padre.

Amparo Dávila es, probablemente, uno de los nombres más discretos de la literatura mexicana pese a su trascendencia y sus distinciones. Aunque su legado es innegable, la discreción puede atribuirse al desarrollo de su carrera literaria en contraste con sus coetáneos. 

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Cuando recibió la Medalla Bellas Artes en el 2015 a sus 87 años de edad, y aún con esa lucidez que siempre le caracterizó, declaró: 

“Trato de lograr en mi obra un rigor estético basado no solamente en la perfección forma, en la técnica, en la palabra justa, sino en la vivencia. La sola percepción formal. no me interesa porque la forma no vive por sí misma; es, digamos, la sola justificación de la escritura. (…) hay textos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos: no quedan en la memoria de quien los lee”. 

Por fortuna, para ella y para sus lectores, ese rigor del que hablaba permitió que su magnificencia le permitiera dotar su obra no sólo de forma, sino también de fondo, es decir, de crear con todo el oficio literario su universo literario más allá de una escritura sin razón. Lo que escribió Dávila, tanto en el ámbito cuentístico como en el poético, nunca nació muerto, sino que quedó para siempre en la memoria de quien la leyó alguna vez.

Es probable que una de las huellas más rastreables de su escritura esté en su infancia gris y traumática, a la que le hizo frente con las representaciones inteligentes y sentidas sobre la muerte, el amor, la vulnerabilidad, el miedo, la enajenación, el silencio, los enigmas. Porque creía, sobre todo, en la vivencia, en que la literatura bebe de eso indudablemente, pues negaba que se pudiera crear o hacer literatura “solo a base de inteligencia o la pura imaginación”. 

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Su biblioteca personal

Cuentista consagrada y perteneciente a la Generación del medio siglo, sus relatos son los que ahora sirven de estudio para la literatura fantástica mexicana y latinoamericana, pues fue pionera en la disciplina de los seres extraños y el terror de lo cotidiano. Su obra en este género está compuesta por:

Tiempo destrozado, Fondo de Cultura Económica. Publicado en la Colección Letras Mexicanas en 1959. Aquí, además del cuento que da título al libro, se publicó por primera vez su distinguido título de terror psicológico: El huésped.
Música concreta, Fondo de Cultura Económica. Publicado en 1964, también forma parte de la Colección Letras Mexicanas.
Muerte en el bosque, Fondo de Cultura Económica. Publicado en 1985 como parte de la Colección Letras Mexicanas. Aquí, más que un título nuevo, sólo se publica una versión “nueva” de Tiempo destrozado más un cuento de Música concreta.
Cuentos reunidos, Fondo de Cultura Económica. Publicado en 2009, se trata de un volumen que recoge todos sus cuentos publicados hasta la fecha.

En su faceta como poeta, más discreta aún que la de cuentista, recoge algunos títulos actualmente (casi) inconseguibles:

Salmos bajo la luna, El Troquel, 1950
Perfil de soledades, El Troquel, 1954
Meditaciones a la orilla del sueño, El Troquel, 1954
Poesía reunida (con El cuerpo y la noche), Fondo de Cultura Económica, 2011
Poesía de ayer y de hoy, Fondo de Cultura Económica, 2019

Desde 2015, la Secretaría de Cultura a través de la Secretaría de Gobierno en conjunto con el gobierno de San Luis Potosí, a manera de homenaje, crearon el Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila.

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