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ANTONIO ATTOLINI

Me veo en la necesidad de reflexionar sobre la reciente imagen que muestra a la candidata presidencial de la oposición, Xóchitl Gálvez, junto al expresidente Felipe Calderón en España. Esta fotografía, más que un simple encuentro, se convierte en un símbolo poderoso, un recordatorio de una era marcada por políticas de seguridad que sumieron a nuestro país en una espiral de violencia y desesperanza.

La estrategia de seguridad implementada durante el sexenio de Calderón, conocida como la “guerra contra el narcotráfico”, no solo fracasó en pacificar la nación, sino que exacerbó la violencia, multiplicó las víctimas y dejó un legado de impunidad y corrupción del cual aún nos esforzamos por recuperarnos. La imagen de Gálvez al lado de Calderón no puede sino evocar la preocupación de que sus políticas de seguridad podrían seguir un camino similar, ignorando las dolorosas lecciones de nuestro pasado reciente.

En contraste, la política de seguridad bajo el obradorismo, defendida por nuestra candidata Claudia Sheinbaum, se enfoca en atender las causas profundas de la violencia y la delincuencia. Esta estrategia, basada en el principio de “abrazos, no balazos”, busca transformar la realidad social a través de la educación, el empleo, la salud y el bienestar, en lugar de perpetuar un ciclo de violencia con más violencia. Creemos en construir paz y seguridad a largo plazo mediante la justicia social y la inclusión.

Una imagen, como la reciente de Gálvez y Calderón, vale más que mil palabras porque encapsula no solo una elección política, sino una elección moral sobre el futuro de México. Nos recuerda la importancia de aprender de nuestros errores y optar por un camino que busque la paz a través de la justicia y el desarrollo humano, no a través de la fuerza y el enfrentamiento.

Como nación, merecemos una política de seguridad que nos eleve por encima de la guerra y el conflicto, que cure nuestras heridas y nos conduzca hacia un futuro más justo y pacífico. Esa es la visión que Claudia Sheinbaum representa, y es la visión que, como militantes y defensores de los derechos humanos, debemos defender incansablemente. La historia de México no debe escribirse con más sangre; debe escribirse con acciones que promuevan la dignidad, la paz y el bienestar de cada ciudadano.

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