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I

Puede parecer agobiante o desolador asomarse a los argumentos y las propuestas que la mayoría de las representaciones artísticas aportan a la coyuntura en la búsqueda por intentar alcanzar cierto grado de comprensibilidad del imaginario y pensamiento colectivos. Pero son, precisamente, estos actos artísticos símiles de estampas que complejizan y permiten aprender y comprender desde otras aristas algo que de otro modo no sería siquiera observado.

Por entre las fracturas creadas por el cine y la literatura, se cuela el teatro como una opción distante y distinta que ofrece, del mismo modo, esa búsqueda por la comprensión dentro de sus propuestas –aunque no sea su prioridad ni tampoco su único motivo de existencia–. Y no significa entonces que la dramaturgia y el teatro supriman lo otrora necesario como la individualidad, la autocrítica y la información para entender lo que allá afuera sucede, empero, sí fungen como amalgama para la inteligibilidad del mundo.

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II

Luego de la breve y desolada inquietud descrita en los párrafos anteriores, y misma que hace de (falsa) introducción a lo verdaderamente importante, continúo. Se trata de Oleanna, el debut como directora teatral de Naian González Norvind, que no sólo implica su incursión en la dirección, sino que lo hace con una adaptación, digamos, moderna de la obra de David Mamet.

En el lejano 1992, el también novelista y cineasta estrenó Oleanna en el American Repertory Theater, mostrando la primera versión de esta poderosa historia que presentaba, en aquel entonces, esa lucha de poderes entre un profesor universitario y una estudiante que le acusa de abuso sexual, causando así una pausa abrupta en la carrera profesional del profesor.

Es en el título mismo —que Mamet tomó de una canción noruega de folk decimonónica (popularizada por Pete Seeger) que propone una visión escapista-utópica de la realidad— que se nos advierte sobre la posible abrumación e intensidad abordadas en esta producción que se presenta en el Foro Lucerna.

La historia, adaptada por primera ocasión (y mundialmente) para ser actuada por dos mujeres, sugiere la innovación de la perspectiva (¿original?) a una era posterior al #MeToo, los tendederos donde se expone en el nombre de personas abusadoras, la efervescencia de los movimientos sociales y las representaciones de los feminismos. Quizá estos tiempos le eviten a la directora la acusación de oportunismo y misoginia que le fue zanjada a David Mamet en el estreno de 1992.


III

Dividida, como la original, en tres actos, esta historia, en la que las figuras representadas por las actrices no tienen nombres, remarca con ahínco su propósito de tensiones juguetonas de poderes reales que interpelan el mundo que todo lo acusa apenas lo mira. Las líneas se difuminan pronto entre la intensidad elocuente de una profesora (una fantástica Mónica Dionne) y una alumna (una sorprendente Ana Mancera) cuya vulnerabilidad le permite comprender con tiempo la dureza de los desafortunados encuentros. 

Más que perseguir certezas, se cuece en preguntas sobre los vínculos y la importancia de entender el lenguaje desde una visión que no se detiene en su resonancia ni en el riesgo a extralimitarse. Es tal la incertidumbre y la fricción sentidas que provocan que las risas que se asoman escasas entre el público se sientan incómodas. Se suma, a esto, que la puesta en escena no da pie al respiro, todo está colocado para la rendición de quien mira atenta ante la fragilidad y la vulnerabilidad de quienes buscan, a toda costa, escuchar y ser escuchadas, aunque ese deseo ponga de por medio la cordura de quien eso desea.

IV 

Oleanna –que por momentos nos recuerda a Luis Buñuel, Chantal Akerman e incluso a Ingmar Bergman– se presenta todos los lunes y martes desde el 16 de octubre y hasta el 26 de diciembre a las 20:30 horas en punto en el Foro Lucerna, en Lucerna 64, en la Colonia Juárez, casi en el centro de la Ciudad de México. 

Esta producción de Casa Spanda la protagonizan Mónica Dionne (Sexo, pudor y lágrimas y Hasta el viento tiene miedo) y Ana Mancera (creadora de Casa Spanda y directora de la cinta La visita). El resto del equipo que hace posible esta obra cuenta con nombres como Sebastián Silveti, Antonio Garduño, Josafat Aguilar, Icunacury Acosta y, claro, la directora debutante, Naian González Norvind.

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