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Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

El pasado 22 de octubre, cientos de catrinas y catrines desfilaron por el Paseo de la Reforma para anunciar los comienzos de la celebración del Día de Muertos. En los siguientes días, estaremos presenciando cómo las calles de la CDMX son invadidas por estos esqueletos pintorescos de todos los tipos y colores. Hoy, mañana y pasado mañana, los más pequeños saldrán a pedir su calaverita y, para rematar estas celebraciones, el sábado se llevará a cabo el Desfile del Día de Muertos, que iniciará en el Bosque de Chapultepec y concluirá en el Zócalo.

Como ven, un Día de Muertos sin catrina estaría incompleto. Tales elementos forman parte ya de la tradición mexicana. En gran medida, se lo debemos a José Guadalupe Posada, el caricaturista que ilustró la famosa Catrina con sombrero francés que todos conocemos.

En realidad, su verdadero nombre es Calavera Garbancera y salió en una publicación llamada “Remate de calaveras alegres y sandungueras”, en 1910. El objetivo de este tipo de publicaciones era hacer mofa de personajes de la época porfiriana. Por lo regular, se daban en periódicos críticos que aprovechaban las vísperas del Día de Muertos para acompañar sus sátiras con esqueletos burlones y simpáticos.

En el caso de la Calavera Garbancera, lo que Posada buscaba era burlarse de aquellos personajes que se habían enriquecido gracias al régimen de Díaz y que, por ello, aparentaban tener un tipo de vida diferente a la de su realidad, pues negaban sus raíces y su cultura y la sustituían por la europea.

Posada presentó una calavera que, a pesar de estar en los huesos, viste un refinado sombrero francés con plumas de avestruz. Además, acentuó su condición con el nombre de su obra, el cual nos dice que se dedica a vender garbanza. Juzguen ustedes qué tan políticamente correcto sería eso en nuestros tiempos.

Sin embargo, tuvieron que pasar 37 años para que la calavera de Posada alcanzara la popularidad que hoy tiene. En 1947, el pintor Diego Rivera la agregó a su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, en donde aparece al lado de personajes emblemáticos de México como Benito Juárez, Frida Kahlo o Sor Juana Inés de la Cruz. Allí Rivera la rebautizó como “Catrina” y, de esta forma, tanto ella como el propio Posada se volvieron referentes del arte mexicano del siglo XX.

¿Pero sabían que las calaveras no son originarias totalmente de México?

La tradición de hacer sátiras con esqueletos que aludieran a la muerte en realidad se remonta a la Edad Media. En el siglo XV, se expandió por Europa un movimiento pictórico conocido como “Danzas macabras” o “Danzas de la muerte”. En general, eran pinturas y frescos de personas que bailaban junto con esqueletos para representar a la muerte, aunque también hubo versiones en forma de texto poético.

Ante las guerras, catástrofes y epidemias que asolaron a la población europea en el medievo, las Danzas macabras formaban parte del tópico artístico “memento mori”, el cual buscaba recordar que la muerte estaba cerca, a la vuelta de la esquina.

Otro caso parecido en el que algo muy mexicano encuentra sus raíces en tradiciones medievales tiene que ver con el famoso cuento “Macario”. Su autor, B. Traven, retomó la historia de una narración medieval que se había vuelto tradicional de su tierra natal (hoy Polonia). De hecho, los hermanos Grimm también tienen su propia adaptación de esta historia, conocida como “El ahijado de la muerte” o “La muerte madrina”. ¿Los han leído?

¿Y ya tienen sus calaveritas literarias para este año? Si me hicieron una, ¡las leo en redes!

Sapere aude!

@hzagal

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